En enero de 2008 se emitió el primer capítulo de Breaking Bad: “Pilot”. El drama de un profesor de química que se entera de padecer cáncer, bastó para que el presidente de AMC (canal que emitió Breaking Bad) se convenciera de que esta era la serie que la televisión norteamericana requería.
La primera temporada terminó en marzo del mismo año después de siete capítulos (no se financiaron los nueve constatados en un principio) y la audiencia pidió a gritos la continuación del show. Después de seis años al aire, cinco temporadas y sesenta y dos capítulos, Breaking Bad se erige como una serie de culto y, para algunos, la mejor de nuestros tiempos. Se ha llevado numerosos premios incluyendo Emmys y Globos de Oro a mejor actor protagónico, mejor actor y actriz secundario y mejor serie dramática entre muchos otros. Ha roto records de audiencia, superando a reconocidas series como lo son Mad Men y The Sopranos. Y cuenta con una envidiable franquicia, al punto de que Univisión ha comprado los derechos para hacer un “remake” para Latinoamérica y se habla de una ópera del compositor neoyorquino Sung Jim Hong.
En un momento en que el imperio de entretenimiento a cargo de la televisión se veía cuestionado por los llamados nuevos medios, se requería de manera urgente un renacimiento, un nuevo aire para el drama audiovisual. Era necesario realizar un producto que a la vez que reafirmara lo que hizo a la televisión grande, también fuera capaz de romper los paradigmas que ahora la relegan un segundo plano. La pregunta se hace evidente: ¿Por qué Breaking Bad? Y la respuesta se hará esquiva en diferentes vertientes que se abordarán en el texto. Adentrémonos en la compleja química que hizo de este show, en lo personal, mi favorito con una distancia abismal entre los que le siguen.
La moral del Antihéroe
Albuquerque, Nuevo México: una ciudad con un paisaje árido con tintes amarillezcos y verdosos por su gran desierto y lejanas montañas es el hogar de Walter White (Bryan Cranston). Con cincuenta años de edad, Walter un hombre aparentemente noble trabaja como profesor de química y atiende un lavado de autos. Su esposa está embarazada y tiene un hijo adolescente que sufre un leve retraso. La situación se complejiza cuando Walter se entera de que sufre de un cáncer terminal. Su genialidad y un fortuito encuentro con un exalumno, Jesse Pinkman (Aaron Paul), lo llevaran a asomarse al mundo del tráfico de drogas más de lo que él hubiese deseado, o tal vez tal como quería.
Vince Gilligan el genio detrás de Breaking Bad: Creador y productor, escritor y director de algunos capítulos; ha logrado traer a la pantalla chica lo que los ortodoxos de la televisión jamás aceptarían: un personaje regido por el cambio.
La televisión es históricamente buena en mantener a sus personajes en un éxtasis auto impuesto, para así lograr que el show continúe por años o incluso décadas. Cuando me di cuenta de esto, el paso lógico a seguir era pensar, ¿cómo puedo hacer un show en que el principal impulso sea el cambio?” Vince Gilligan
“Breaking Bad” es una expresión usada por los habitantes sureños de Estados Unidos y refiere a cuando un individuo ha tomado un rumbo decadente. El desafío que la serie asumió es el de hacer del protagonista el antagonista. La diferencia de Walter frente a otros antihéroes protagónicos es que esta decadencia se va a ver excusada por un fin último en esencia bueno: el de ayudar a su desdichada familia antes de morir. Pero ¿hasta dónde este fin va a justificar su creciente maldad?
Bajo la bandera del cambio Walter White, es pues, una representación de la dualidad moral que aqueja el espíritu del hombre. El secreto está quizás en haberlo presentado como un buen hombre, generando desde el principio simpatía por él. Las pulsiones del personaje coartadas por el deseo de hacer un bien último nos permite como espectadores aceptar su inmoralidad hasta puntos de “sinretorno” en los que nuestra propia ética nos va a cuestionar, pero en donde la genialidad del químico muy pronto nos aplacará las dudas, y como a Jesse, su fiel Sancho Panza, nos obligará a continuar con su travesía.
Es pues la misteriosa moral de este personaje lo que lo hace universal, pues la serie en última instancia cuestiona los límites del bien y el mal, haciendo que los del mal parezcan ser cortos, pero no olvida que el llamado karma es paciente, pero implacable.
Me gusta pensar que hay algún merecido, que el karma patea en algún punto, incluso si toma años o décadas para pasar” Gilligan.
Cinematografía
Al abordar Breaking Bad como espectador de televisión una de sus grandes sorpresas es su producción cinematográfica. Se lo nota desde el guion, con personajes altamente complejos, situaciones que no escatiman tiempo y construcciones argumentales que trascienden el “capítulo de esta semana”, “la temporada de este año” e incluso “la serie de este momento”. Y en la realización nos chocamos con capítulos de cine.
Rodada en 35 mm la producción de la serie no teme realizar inserciones típicas del cine y salirse del aburrido plano–contraplano. El tratamiento visual se convierte en un personaje más de la serie y muy pronto marca su sello con las subjetivas desde diferentes objetos. No está de menos el arte de la serie que suma una paleta de colores impecable. Cuentan que Gilligan mira detalladamente cada pieza de ropa de incluso los figurantes.
Pero lo que más deslumbra son las impecables actuaciones. Al encontrarse con Bryan Cranston es inevitable relacionarlo con su papel ultra light en la serie “Malcom in the middle”. Y sin embargo desde la primera vez que lo vemos, en una situación particularmente intensa, nos advierte que el padre de Malcom ha quedado atrás, no sin dejar el rostro de inocencia que nos aturdirá el resto de la serie. Lograr generar simpatía por el villano es un truco de grandes actores y no en vano Anthony Hopkins envió una carta felicitando al actor por “la mejor actuación que vi en toda mi vida”.
Aaron Paul y Anna Gun (Skyler White) acompañan a Bryan con complejos personajes, que en un principio parecieran pararse en un bando, pero que el drama va a llevar a una escala de grises donde será difícil distinguir qué papel juegan, sabiendo que son fundamentales para la trama. Soul Goodman, Hank Schrader, Gustavo Fring y los demás personajes con los que nos toparemos nos dejarán estupefactos por la complejidad de sus roles y el genio de quiénes los interpretan.
Real realismo
Bajo la excusa de la ficción las series televisivas nos han acostumbrado a universos donde lo verosímil dista bastante de lo real: ultra violencia sin consecuencias, amor sin agravios, alegrías infinitas y dramas exagerados. En Breaking Bad como es de suponerse, todo esto está aterrizado a la naturaleza de la realidad. Gilligan recuerda una anécdota de su periodo como escritor de X files:
Tuve que escribir una escena donde (el agente) Mulder le dispara a alguien, y nunca vuelves a oír del muerto. Eso no es lo que pasa en la vida real. En la vida real tienes que hacer algo con el cadáver”.
Los guionistas de la serie logran sembrar la siguiente duda, sinónimo de excelente narración, en el espectador: ¿los personajes derivan de las situaciones, o las situaciones derivan de los personajes? Y es que el arco de transformación de cada personaje está tan milimétricamente construido que permite licencias cinematográficas, sin rayar en lo inverosímil.
Sólo queda por añadir que la serie cierra círculos magistralmente. Se dice que el dejar cabos abiertos potencia el drama que se narra. Sin embargo se ha malinterpretado dicha sugerencia al punto de concluir dramas mediocremente con un finales abiertos sin ninguna intencionalidad. En la serie los cabos que se dejan sueltos no se refieren a la historia que se narró, ella se cierra sola, sino a la historia que cada uno de nosotros construyó. La reflexión del final es personal y única, y no es raro encontrarse con otros seguidores que tendrán opiniones diferentes a las personales, pero intentar convencerlos de lo contrario será un despropósito.
Quizás lo que acá han leído dista de su experiencia, pero de eso se trata. Los invito entonces a que la vean, la continúen viendo y la vuelvan a ver. ¡Estoy seguro de que Breaking Bad va a dar de qué hablar por mucho tiempo!